sábado, 15 de noviembre de 2014

Memòria de treball, Working Memory. Funcions executives.

font: http://www.ceide-fsm.com/2014/05/3581/

Sexta función ejecutiva: la gestión de la memoria

Por José Antonio Marina.
En todas las funciones ejecutivas que hemos estudiado, ha aparecido el mismo fenómeno: operaciones mentales que compartimos con los animales superiores (percibir, sentir, formar conceptos, dirigir el comportamiento) quedan transformadas cuando la inteligencia humana puede controlarlas y dirigirlas por metas elegidas, no instintivamente fijadas.
Veo lo que tengo delante de mí, pero también puedo buscar lo que quiero o lo que necesito para el proyecto que tengo en marcha. La atención involuntaria es prolongada por la atención voluntaria. La impulsividad emocional se ve modulada, frenada o cambiada por los sistemas ejecutivos.
Este salto de fase, esta colosal ampliación del poder de las operaciones, mentales es lo peculiar de la inteligencia humana. En el tema que hoy nos ocupa aparece con gran claridad.
Todos los animales aprenden automáticamente. El ser humano también, pero, además, puede decidir lo que quiere aprender, puede organizar su memoria, puede aprender a activar redes más o menos amplias, y a introducir procedimientos que elaboren la información.
La tarea educativa puede definirse como ayudar a que el alumno construya su propia memoria. Unas malas metáforas han propalado una falsa imagen de la memoria. La hemos comparado con un almacén –ingens aula memoriae, escribió San Agustín-, con un archivo, con una huella –un engrama- que la experiencia dejaba grabada como un sello.
Nada de esto es verdad. La mejor imagen de la memoria es la “memoria muscular”. Mediante el entrenamiento, el tenista asimila cada una de las repeticiones, pero no se acuerda de cada uno de las pruebas que ha hecho, sino que su sistema neuromuscular va adquiriendo un hábito que le permite responder con rapidez en el momento adecuado. No se limita a repetir, sino a construir nuevas posibilidades a partir de esos hábitos, de acuerdo con la situación.
Llamamos “memoria en acción” (working memory) a esta memoria activa, que perfecciona sus hábitos y aprende a activarlos en el momento oportuno. Si queremos que un alumno desarrolle su competencia matemática, tendremos que ayudarle a que organice de manera eficaz su memoria matemática, y que aprenda a manejarla bien.
Este concepto de memoria nos permite explicar la llamada “paradoja del experto”, que ha intrigado a los expertos en memoria. Un experto tiene mucha más información en su cabeza que un novato. Si fuera verdad la metáfora del almacén, cuanto más grande fuera más complicado tiene que ser encontrar un objeto. Pero a los expertos les sucede lo contrario. La explicación es sencilla: la memoria no es un almacén, sino un sistema activo que, en el experto, es activísimo.
La gestión de la memoria tiene dos dimensiones fundamentales. En primer lugar, la capacidad de regular los procesos de aprendizaje, de organizar los contenidos y también de entrenar los hábitos procedimentales. En segundo lugar, el aprendizaje del uso de la memoria, que puede convertirla en la gran fuente de las ocurrencias y de la innovación. Cualquier docente sabe hasta qué punto esta gestión es pieza clave de la educación.

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